¿Por qué nos cuesta tanto hablar de la muerte?

Recientemente pude vivir de forma muy cercana la historia de Juan Antonio un maestro de un pueblo próximo a nuestra capital. Su padre arrastraba desde hace varios meses una grave enfermedad que ahora se encontraba en su fase final.

Juan Antonio solicitó unos días en el trabajo para poder estar con su progenitor y acompañarle en los últimos momentos. Una noche me pidió que me quedara con su padre durante unas horas mientras iba a casa a ducharse y poder descansar un poco. En ese preciso instante es cuando su padre decidió marcharse, era como si hubiera esperado quedarse solo, para no dar un disgusto a su hijo.

En mi trabajo no se trata solo de dar un buen servicio al difunto, en muchas ocasiones son las familias o los seres queridos los que necesitan gran parte de nuestra atención. Es un privilegio poder acompañar a las personas en estas circunstancias tan especiales.

Hace un par de años en un viaje a Londres descubrí en un centro comercial del sur de la ciudad la organización “The departure longe” (“La sala de embarque”) que ayuda a personas a morir con dignidad en los departamentos de paliativos de los hospitales. En esta sociedad debemos aprender a tratar la muerte con la naturalidad que se merece, como parte del proceso de la vida.

Para ello esta ong había dispuesto una tienda en el centro comercial de Londres un stand a modo de tienda de viajes donde podías entrar y te plantaban en sus carteles preguntas eternas sobre la muerte, tanto filosóficas “¿Qué hay después de la muerte?… hasta las más mundanas, como qué transformaciones sufre nuestro cuerpo antes de perder sus signos vitales, o cómo donar órganos, hacer un testamento vital o comunicarle a nuestros seres queridos que nuestro final se avecina.

Diseñada por la Academia de Ciencias Médicas (una organización que promueve la investigación en salud y biomedicina), en colaboración con la agencia Liminal Space, la instalación invitaba a sus visitantes a hacer preguntas sobre la muerte. Cada maleta que se podía contemplar en el stand contenía una historia que hablaba sobre la perdida de un familiar o un ser querido.

Siempre tenemos una conversación pendiente sobre la muerte y no debemos de posponerla cuando es el último momento y es inevitable al final de nuestra vida, deberíamos poder hablarlo a lo largo de ella.

El riesgo, dicen expertos en cuidados paliativos, es que si no hablamos ni sabemos qué es lo que nos va a ocurrir, la muerte puede transformarse en una mala experiencia, cuando no debe necesariamente ser así.

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