El cementerio más grande y el más pequeño.

El cementerio más grande del mundo se considera el de Wadi us-Salaam (en árabe وادي السلام, «Valle de la Paz»). Los entierros diarios se han realizado durante más de 1.400 años y el sitio está en la sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO en Irak.

En nuestro país el cementerio más grande es el de Nuestra Señora de la Almudena en Madrid con 120 hectáreas es además uno de los más grandes de Europa. El número de personas inhumadas a lo largo de su historia es de aproximadamente cinco millones.

Ya desde el reinado de Carlos III se quiso trasladar los cementerios a las afueras de las ciudades, aunque esta pretensión chocó con los deseos de la Iglesia católica. A comienzos del siglo xix, con José Bonaparte en el trono, se comienzan a construir los primeros cementerios extramuros. Según la real orden del 28 de agosto de 1850, los cementerios madrileños no podían situarse a menos de 1500 varas de la ciudad por el lado norte y, en el cuartel sur (la división administrativa de la época), no podía situarse ningún camposanto en la orilla izquierda del río Manzanares.

El cementerio más pequeño se considera el de Bausen que es un pequeño y hermoso pueblo en el Valle de Arán, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia. La localidad es hoy popularmente conocida por albergar el cementerio civil más pequeño de España, con una sola tumba, la de una joven llamada Teresa.

La historia detrás de este pequeñísimo cementerio ha sido muy comentada, pero aún sigue sorprendiendo. A principios del siglo pasado, dos adolescentes, Francisco de Doceta y Teresa de Belana, quisieron casarse. Estaban emparentados: eran primos. Eso hizo que el párroco del pueblo se negara a que la pareja pudiera contraer matrimonio. 

Pese a los problemas, Francisco y Teresa decidieron vivir juntos en Bausen y trataron de construir una familia teniendo dos hijos. Pero la felicidad de la familia dio un giro cuando Teresa enfermó gravemente. Murió con solamente 33 años el 10 de mayo de 1916. Otra vez el cura del pueblo fue el gran obstáculo: ahora se negó a que el cuerpo de la fallecida fuera enterrado en el cementerio católico de Bausen, pese a las súplicas de Francisco. Los vecinos, conmovidos por la historia, no lo dudaron ni un instante y se decidieron a levantar en unas 24 horas un pequeño cementerio de 10 por 10 metros en el Coret, un bello paraje de esta pequeña población. 

Es allí donde, desde hace más de cien años, descansa solamente la desafortunada Teresa. Francisco siguió viviendo en Bausen, pero la Guerra Civil lo obligó a exiliarse e instalarse en Francia donde murió con la esperanza de que sus restos fueran inhumados alguna vez con los de aquella que fue su pareja.





fuente: larazon.es