El Duelo en niños y adolescente

El concepto de muerte es abstracto y complejo, por lo que es necesario tener en cuenta la
edad y su capacidad de comprensión, pero no tenemos que tener miedo ni a hablar con
ellos/ellas de la muerte, ni a incluirles en las ceremonias y rituales de despedida si así lo
quieren.
Respetar la vivencia del duelo como única y personal.
Hay que tener en cuenta que los niños/as y adolescentes no viven el duelo como los
adultos, su expresión emocional puede ser muy variada e inesperada, con muestras de
tristeza, rabia, impotencia etc.
• Dar seguridad y permiso para expresar las emociones.
Proporcionar seguridad física y emocional, permitiendo una manifestación normalizada de
los sentimientos, sin juzgar la manera de expresarlos. Recordar que es sano expresar las
emociones cuando las sentimos.
• Estar disponible
Es importante que la vivencia del duelo pueda ser compartida si lo necesitamos.
Compartir nuestro dolor en la relación con los demás no lo elimina, pero si lo hace más
soportable. El dolor expresado y compartido da sentido y ayuda a crecer a las personas
dentro de la experiencia de duelo. En este compartir es conveniente buscar espacios
seguros donde podamos hablar y reflexionar sobre lo que ha ocurrido.
• Mostrarnos auténticos/as
Recordar que el adulto es un ejemplo y una referencia para los/las menores, si este/a
oculta y disimula su tristeza o cualquier otro sentimiento, el niño o el adolescente tampoco se sentirá libre para expresarse. Podríamos resumir en tres palabras este objetivo: naturalidad,
sinceridad y honestidad.
• Reforzar la empatía y la sintonía
Estar en sintonía (misma onda que el otro/a) en sus necesidades, en su emoción, en su
gesto corporal, en sus palabras… es el mejor modo de hacerte presente y cercano/a, de
proporcionarle seguridad al/ a la menor. El silencio empático acompañado de un
acercamiento gestual y corporal es, en ocasiones, la mejor manera de atender las
necesidades del niño/a en ese momento de impacto.
• Evitar frases hechas
Algunas veces, en un intento de consuelo, le decimos al doliente lo que debería de hacer
o utilizamos frases hechas que no ayudan, como: “No te preocupes”, “no llores”, “el
tiempo lo cura todo” o les damos largas explicaciones con la pretensión de que
“entiendan” que “hay que estar bien”. Esto únicamente responde a nuestra dificultad para
acoger el dolor, pero no ayuda.
• Darnos permiso
Es natural sentir miedo, estar abrumados/as, o sentir inseguridad al acercarnos a la
experiencia del duelo y acompañar al niño o adolescente.
En términos generales las respuestas del duelo en los niños/as se caracterizan por un
mayor componente somático (dolores de cabeza y estómago) y alteraciones de conducta
(berrinches, desinterés por el grupo, dificultades escolares, etc.)
En los adolescentes las respuestas son similares a las de los adultos, aunque también
con un mayor malestar físico en la población más joven y más psicológicos en la
población mayor.
Los efectos del duelo en la adolescencia son importantes y su no resolución puede
conducir a problemas serios y duraderos (Barreto).